21 de noviembre de 2020

MARíA EVA ROSSI

Patricia Rossi

Me pidieron una semblanza de María Eva Rossi. Lo primero que quiero decir es que era mi hermana y por lo tanto es muy difícil objetivar su figura tan vinculada a mi vida. Mi subjetividad, mis emociones, mis sentimientos van a estar presentes en toda esta narrativa más allá de cualquier descripción objetiva que puedo hacer de ella.

María Eva nació en Bahía Blanca en el año 1966 y realizó toda su trayectoria de estudiante de los niveles obligatorios en esta ciudad.

A los 18 años partió hacia Buenos Aires a cursar sus estudios universitarios.

Al recibirse de psicóloga, y aun viviendo con el género asignado en su nacimiento, fue a vivir a Nueva York, ciudad que la había encandilado en algunos viajes que había realizado hacia allí años anteriores. Cuando el avión partió del aeropuerto de Bahía Blanca, ya en mi casa, lloré desconsoladamente, me invadía muchísima tristeza, porque se iba mi “hermanito menor”. Lloré porque no sabía cuándo volveríamos a vernos, pero lloré fundamentalmente porque me entristecía que se tuviera que ir de su país para poder “ser “auténticamente lo que sentía.

Primera muestra de coraje y de decisión de vivir en libertad. En ese momento en este país y en esta sociedad los tiempos no eran fáciles para las diversidades, y fundamentalmente para “ese tipo de diversidad”.

Ella pudo ser en Buenos Aires de una manera, en Nueva York de otra, pero la valentía que tuvo de volver a Bahía Blanca a realizar su transformación habla de una sujeta vinculada a la lucha, a sus principios y fuertemente vinculada a les otres en términos de su propia exposición. Asumió y visibilizó su identidad de género a los 42 años: “Me preguntaba si era tarde, si tenía que seguir mirando para otro lado, hasta que decidí hacerme cargo”. Decía: “ser diferente no es fácil, hacerse cargo menos. Cargar con lo que ello significa aún más difícil y en Bahía Blanca, todo eso al cuadrado” y agregaba que no lo decía para victimizarse sino para fundar su lucha. Hizo de su subjetividad, una subjetividad política, educativa y deseante.

El camino de concreción de su decisión fue difícil. Era una profesional que también hizo docencia mostrando que es posible la transformación y que, la misma, no es gratuita. Trae sufrimiento. Soportó actos terribles de discriminación hasta los últimos momentos de su vida. Lo/as/es que caminamos a su lado sabemos de esto.
Como pocas luchó por la igualdad de derechos, desde el discurso y desde los actos Nosotres, su familia, la acompañamos en esa transición, no sin dolor. Teníamos que duelar al hijo, al hermano, al tío para recibir con amorosidad el nacimiento de María Eva. Tratando de superar nuestros propios prejuicios y temores. Pudimos hacerlo porque primó el amor que sentíamos por ella. No puedo dejar de mencionar a mamá que, sin entender demasiado las razones, entendió todo desde su corazón y desplegó sus alas al máximo de su envergadura para amar y proteger a su cría doliente en ese proceso. Fue la última enseñanza que nos dejó, amar sin condición ninguna, amar profundamente. Como dijo Teresa de Calcuta “amar hasta que duela” pensando en la felicidad del otre.

María Eva decidió luchar desde las aulas por el reconocimiento y el respeto a las diferencias.  Ese reconocimiento tenía que ver con hacer visible lo invisible, con darle voz a las disidencias sexuales, con el empoderamiento de las mismas frente a un escenario estigmatizante. Supo reconocerse en la diferencia y hacer docencia con esa diferencia

Cuestionaba a la Psicología por ser heteronormativa tendiendo a reproducir modelos instituidos en vez de quebrarlos, que era exactamente por lo que ella militaba. No hay modo de transformar la realidad sino se rompen los modelos establecidos por esta sociedad patriarcal, androcéntrica y por lo tanto machista.

Les que la conocimos sabemos que era comprometida políticamente, fiel a sus principios, leal con su familia, generosa, despojada de cualquier interés material, vivía austeramente y en contraposición era excéntrica en sus gustos gastronómicos, en el cine, en la literatura, en la música, el teatro.  Lúcida al extremo, capaz de hacer el análisis más riguroso y descarnado de la realidad social y sin embargo inocente e ingenua cayendo en la trampa de las pequeñeces cotidianas. Probablemente porque como era frontal, sincera, sin dobleces no podía o no quería imaginar que a veces las personas que la interpelaban no siempre actuaban del mismo modo que ella.

Por su profesión le interesaba el lenguaje, el discurso.  Pensaba, siguiendo a Freud, que no hay palabras que se profieran desde la inocencia.  Que hay un uso político del lenguaje, que es performativo. Es decir que las palabras crean realidad. Las palabras no solamente nombran el mundo, sino que el modo de nombrar construye nuevas posibilidades de mundo. La lengua es encorsetadora, represiva de la realidad. Encorseta al género en una binariedad que es violenta al no reconocer otras posibilidades. Por eso insistía en la importancia de un lenguaje no sexista, ese lenguaje que es capaz de nombrar a todas las sexualidades y géneros, si se me permite decirlo de esta manera. Por esta razón, si bien estaba conforme con el paso que se dio con la ley de Identidad de género siempre decía que no era completa, que seguía encerrando al género en lo binario

Luchaba por tener un lenguaje en el cual podamos nombrarnos todas/todos y todes.

Que podamos buscar un nombre propio, el que queremos que sea utilizado para que se nos reconozca. Esto tiene que ver con construir la identidad desde el lenguaje. Esto es, una construcción permanente que tiene sentido político. Porque algunes pueden elegir como ser nombrades y tienen derecho de decir de otros/as/es cómo y quiénes son. Y no hay paridad en ese derecho. Y por este derecho, entre otros, es por el que María Eva luchó y es parte de su legado. Debemos poder elegir a ser nombrados como lo que sentimos que somos, como nos autopercibimos. Sostenía la necesidad de que el Estado hiciera punta en brindar posibilidades de empleo y contención a la persona “trans” y que esto debía ser la tercera pata del trípode en el que pudiera apoyarse una política de inclusión “sustentable y duradera” y se sumara a los inmensos logros que, al respecto, supusieron las leyes de “matrimonio igualitario” e “identidad de género”. Ella había iniciado gestiones con legisladores de todos los niveles para tratar de concretar una herramienta respecto de la cual se ha avanzado mucho, pero que aún dista de ser una realidad tangible.

Tomando las palabras de su querido y entrañable amigo, Sandro Ulloa, “María Eva fue una persona intempestiva en el cabal sentido de la palabra”, que “supo instalarse como referente de una militancia política y por los derechos humanos”, que “concibió su identidad como una identidad política” y “que pretendió que su propia libertad fuese un imperativo ético para los demás”.

María Eva llegó a ser una muy querida docente y dejó huellas, enseñanzas y ejemplos imborrables entre quienes la conocieron. El documental “Transformadora” (Despertando a Lilith), producido por la realizadora local Viviana Beker y Silvia Pascual,  es un hito en la comunicación audiovisual sobre esta temática. El mismo se ha constituido en referencia insoslayable en cualquier abordaje serio sobre esta cuestión.

Su corta vida fue un ejemplo de coherencia, de militancia por la diversidad, por la educación, por la inclusión.

El 10 de abril de 2014, con apenas 47 años, María Eva cambió de plano y la noticia provocó una profunda congoja, habiendo dejado en varios ámbitos un legado de lucha y compromiso, de valentía y tenacidad, de coraje y capacidad, como forma de derribar estructuras anquilosadas y de hacer lo que mejor supo: abrir mentes para hacer mejores personas.

Siento y pienso que uno de los “irrenunciables” más importante que nos dejó para seguir su lucha es el del reconocimiento de “las disidencias sexuales”, pensadas como un modo político que cuestiona las operatorias de la norma. La disidencia sexual tiene que ver con proponer modos de cuestionar lo establecido para poder incorporar más derechos y fortalecer los derechos ya adquiridos.

Estamos en ese camino, pero nos falta mucho.

Patricia Rossi.

(en la sección Allá vamos ( Desde la Pantalla) podes encontrar dos documentales con Maria Eva Rossi: Volver en mi y Transformadora)

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