10 de noviembre de 2020

Análisis del personaje de Laura Brown, en la película Las Horas

por  Sara  Ahamed, en el libro » La promesa de la Felicidad »

La película Las horas, basada en la novela homónima de Michael Cunningharn de 1998, que adopta el título original que Woolf pensó para La señora Dalloway. Las horas cuenta la historia de tres generaciones de mujeres y sigue su vida en un único día: un día en la vida de Virginia Woolf (interpretada en la película por Nicole Kidrnan), un día en la vida de Laura Brown (Julianne Moore), arna de casa frustrada de los años cincuenta, durante el cual cocina una torta mientras lee La señora Dalloway, y un día en la vida de Clarissa Vaughan (Meryl Streep), quien al igual que la señora Dalloway organiza una fiesta, en este caso » .
para su ex amante y amigo Richard (Ed Harris), quien está muriendo de sida.
Quisiera detenerme un momento en Laura Brown, la triste arna de casa de los años cincuenta. Mientras su personaje lee La señora Dalloway, oímos la voz de Virginia Woolf (tal como esta ha sido evocada en la película), y esa voz Viaja en el tiempo, como si fuera la huella de una historia que no se ha desvanecido, de un pasado que perdura. Laura disfruta de leer el libro. Lo acaricia, quiere quedarse en la cama con él y seguir leyendo, leer más y más. Este deseo del libro es un deseo también de no estar en su vida, de E salirse de su tiempo y sus obligaciones: quiere pasar tiempo con el libro para no pasarlo con su marido y su hijo.
Es un día, un único día. Es el día del cumpleaños de su marido, pero ella quiere quedarse en la cama leyendo; imaginamos que quiere quedarse en la cama con Virginia. Más tarde, cuando su marido se va, la visita su amiga Kitty y le pregunta por el libro. Laura habla acerca de la señora Dalloway como si se tratara de una contemporánea, como si compartieran el mismo espacio, el mismo mundo. Dice, refiriéndose a ella: «Porque se muestra segura, todos piensan que se siente bien. Pero no es cierto». Mostrarse seguro es convencer al mundo de una felicidad que no existe, es hacerse pasar por una persona feliz con lo que hay. Nos esforzamos por sostener la idea de que todo está bien, pero no es así. De esta forma, la trama de La señora Dalloway se convierte en una descripción del presente de Laura, de lo que la rodea, de su mundo de vida. Ella se identifica con el personaje de la novela a través del dolor, comparte su pena, una pena oculta, como si dijera: «me pasa lo mismo que a ti, yo tampoco me siento bien y mi vida consiste en mantener las apariencias de que todo está bien, y bajo esas apariencias, desaparezco». ¿Qué pasa cuando la felicidad doméstica no nos produce felicidad? Laura intenta hornear una torta. Rompe un huevo. Este sencillo acto se convierte en un gesto temático a lo largo de la película, que enlaza el trabajo doméstico de las mujeres a través del tiempo. Hornear una torta debería ser un emprendimiento feliz, un trabajo de amor. Por el contrario, la película deja al descubierto cierta forma de opresión que subyace al acto mismo de romper el huevo. Si la felicidad, crea su propio horizonte, entendido como un horizonte de pareceres, entonces es posible vivir rodeadas de pareceres que no son los nuestros, y de promesas cuyo vacío nos asedia. No es solo que estos objetos no causen nuestra felicidad, sino que nos recuerdan nuestra incapacidad de ser felices, encarnan nuestra decepción. El recipiente en el que se baten los huevos nos aguarda. Podemos sentir la presión de su espera. El recipiente vacío se convierte en una acusación. En los archivos feministas abundan escenas de domesticidad en las que los objetos domésticos, los objetos felices, se vuelven extraños, incluso amenazantes.
En una conmovedora escena de Las horas en que la familia de Laura se reúne a la mesa y hace su fiesta con la torta que ella finalmente ha conseguido hornear, hace su aparición la promesa de la felicidad. Su marido le cuenta a su hijo la historia de cómo se conocieron. Él le dice: «Yo solía pensar en traerla a vivir a esta casa. A una vida muy parecida a esta. Y fue la idea de la felicidad, la idea de esta mujer, la idea de esta vida, lo que me sostuvo en pie. Tenía una idea de nuestra felicidad». Mientras él habla, los ojos de Laura se llenan de lágrimas. La entristecen la idea de felicidad de su marido, eso mismo que a él lo sostiene en pie, y el mundo que esta idea crea para ella. Al final de la película, le cuenta a Clarissa cómo abandonó a su marido y a su hijo: «Seria maravilloso poder decir que lo siento. Sería fácil. ¿Pero qué sentido tendría? ¿Qué sentido tiene lamentarse cuando no se tuvo otra alternativa? Es lo que hay que soportar. Ya está. Nadie me va a perdonar. Era la muerte. Yo elegí la vida». A Laura, aquella vida basada en «una idea de nuestra felicidad» le resulta insoportable. Aquella felicidad es la muerte. No huye de esa vida para ser feliz. Huye de la felicidad para vivir.
Llegado este punto, podríamos preguntarnos, ¿por qué no huyó de esa felicidad para construir otro tipo de felicidad, una que pudiera considerar propia? ¿No podríamos Pensar que la creatividad del feminismo, su posibilidad de generar nuevos horizontes, es capaz de darnos otras ideas de felicidad?

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