18 de enero de 2021

Ir al encuentro de Karina Zukerman

Por Sebastián Caldubehere

Ir al encuentro de Karina, es volver al tiempo del activismo, a la organización del Mes por la Diversidad, años en que nada parecía imposible, mucho menos, si quien nos acompañaba, casi siempre apuntalando al resto, era ella.
Mirando en la misma posición, porque no podía girar la cabeza, pero viendo mucho más que nosotres, avanzando en su silla de ruedas y moviendo todo con su sola boca, el teléfono, el pincel cargado de óleo, la computadora, pero también el presente, y una realidad que desde el nacimiento fue difícil, debido a una discapacidad muscular que le impidió mover brazos y piernas.
Por ello su vida transcurrió bajo los caprichos de una silla de rueda y siempre con la ayuda de un asistente. Ya desde pequeña, esa niña que miraba la ventana, y buscaba respuestas, comenzó a entender que nada iba a ser fácil, mucho menos si ella no estaba dispuesta.
Los no con los que estuvo plagada su vida, bastaron para que nada le fuera imposible.
Su primera desobediencia fue al médico que la recibió al nacer y le dijo que no viviría más de dos meses.
Fue integrante de la asociación de Pintores sin manos y sin pies. Su lucha comenzó a visibilizarse a través de cada cuadro pintado. Sólo con un pincel y algunos óleos para sacar toda su furia, esa bronca contenida se transformó de a poco en solidaridad, valentía y fortaleza.
En alguna entrevista dijo: “desde muy joven me di cuenta que tenía que hablarle al mundo sobre ciertas cuestiones que no me bancaba y que no quería. Cuando entendí esto, en mi adolescencia, comencé a manifestarme en forma verbal, con mis pares y a través del arte”.
Luego pudo independizarse en cierta forma de su familia y se fue a vivir con su amiga, Soledad Zarzoso.
Entonces Karina retomó sus antojos e hizo de las suyas. Si tenía ganas de salir a bailar, organizaba todo, ideaba un plan, alguna coartada y se iba con su amiga al boliche. Si las descubrían los retos era para quien podía caminar, mover los brazos y empujar su silla
Hasta que la ciudad le quedó chica. Conocía de memoria el lugar de cada bache que había en todas las calles. Entonces con sus amigos organizaron recorrer el país. En una combi los rengos, como ella les decía, salían de gira. Una vez hacia el Sur, otra al Oeste, quizás al Norte y hacia el Este siempre había un buen lugar para conocer.
Cansada de ver tanta injusticia social, hipocresía y ninguneo hacia las personas discapacitadas, Karina volvió a decir basta. Retomó su furia, sus contactos y comenzó a accionar. Por aquellos tiempos fue común ver su silla pasar desde su departamento de la calle España hacia la Municipalidad o hacia el Concejo Deliberante. Siempre había un reclamo o una queja que acompañar. Así llego la Karina militante
“Es que si sos rengo y no tenés recursos entonces todo te va a costar mucho más”. Solía decir esa frase en más de una ocasión. Por ello su teléfono empezó a sonar seguido. La llamaban de distintas partes. Buscaban su ayuda. Necesitaban su espíritu renguero.


Así la recuerda Dennise Murray: “Tenía una silla con alas, que nos hacía volar a todos. Era imposible no imaginar nuevos mundos estando a su lado. Si bien yo era la que empujaba la silla cuando estaba con ella, era Karina la que te daba alas a vos para salir a soñar volando; por eso, cuando tomé esa silla por primera vez, me di cuenta porque estaba rodeada de tantos soñadores”.
Así la recuerdo cuando la conocí en el marco del Mes por la Diversidad en el año 2007. Cuando éramos pocos, pero muy atrevidos. Cuando junto a un grupo de personas de sexualidades disidentes y feministas salimos de nuestro lugar de confort.
Karina militaba en el Partido Humanista. En la agrupación Humanista del discapacitado. Fue nuestra vocera en más de una oportunidad y si alguna puerta no se abría frente al reclamo de los putos que empezaban hacer ruido en La Bahía careta, ella tomaba las astas y lograba el cometido.
“A mí no me van a rechazar las cartas” nos decía y llamaba una, dos, tres veces hasta que el Secretario de Cultura la atendía, nos refiere Marco Ferraro, compañero de activismo.
Patricia Galassi (la Tana) también la acompañó en aquellos tiempos: “Gran amiga y compañera, solidaria y comprometida. Era la primera en llegar y si había que hacer alguna tarea, ella ya la tenía lista antes.
Su sola presencia en el mundo era un llamado de atención, su magisterio. Me sorprendía su capacidad de trabajo. Su impecabilidad en el activismo. Su fuerza arrolladora. Nunca la escuché decir no puedo. Su impronta: resolver, actuar, decidir”.
La renga cumplió todos sus proyectos. Se fue sin pendientes dice la Tana. Pintó, militó, actuó, amó y fue mamá.
De la mano de Silvia Palumbo y Graciela Musotto, se animó actuar. En la obra de teatro “Mujer de tierra firme” Kari pudo seguir contando su historia. Con su voz de pito, sonrisa fácil y su talento siguió encantando al público.
Así cumplió su último sueño. Ser la mamá de Lupe. En un hogar de monjas de la provincia de Buenos Aires conoció a Guadalupe y con su compañero de camino Sergio Trejo, decidieron arropar a la niña.
Hoy Guadalupe con sus quince años lleva el apellido de Karina y de Sergio. A pesar de haber vivido con Karina por un poco más de dos años, la recuerda siempre. La tiene muy presente.
Karina la desobediente por naturaleza. Testaruda hasta los hombros. Insurgente desde sus entrañas y renga de nacimiento. La maleza más resistente a cualquier plaguicida.
La más mimada de las mimadas. La niña rica en sillas de ruedas. Una gran luchadora. Pintora sin manos y sin pies. Mi amiga. La mamá de Lupe. La voz de los indefensos y la cómplice de los rebeldes. La que nos enseñó muchas cosas.
“Cuando pienso que no voy a poder hacerlo, cuando me dejo seducir por la imagen, y me veo torpe, vieja, gorda, fea. Cuando me invento defectos e imperfecciones, cuando los miedos me anteponen posibilidades, su imagen me rescata y me sacude. Me empuja y me ubica en mí”. Dice la Tana.

Karina una persona fundamental en la historia de la ciudad. Recordarla es una forma de agradecerle su paso por nuestras vidas.

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